La evolución de la Distribución del Ingreso PDF Imprimir Correo electrónico
Escrito por Salvador Treber   
Viernes 15 de Abril de 2011 00:00

En fecha reciente se han dado a conocer datos relativos a la distribución del ingreso estimado en base al grado de percepción anual de 7.757 miles de hogares. Además se procede a comparar ese resultado que corresponde al cuarto trimestre de 2010 con iguales períodos, desde 2003 en adelante.

Hasta el momento los más recientes disponibles eran los de 2006 que el Banco Mundial, en su Anuario 2010, incluye desagregados en un centenar y medio de países del orbe.
Los estudios suelen dividir los distintos niveles. En la base ubica al primer decil de los que perciben las menores rentas y van escalonando por encima de éste a todos los demás, hasta llegar al décimo que abarca a los más ricos. La franja que agrupa los cuatro primeros se identifican como los “sectores de bajos ingresos”; el segundo tramo de igual número de deciles con los de “ingresos medios” y los últimos como los “altos”. Resulta obvio que esto está referido a los alcanzados por cada economía. Por ello, los “más pobres” de Dinamarca, receptan anualmente mas que el respectivo promedio de los “más ricos” de India.

 

En el contexto mundial, los países de mayor renta por habitante son los que tienen mejores indicadores de equidad; mientras los mas atrasados del planeta, ubicados en gran proporción en el continente africano -pese a que su PBI es muy bajo y dichas economías afrontan elevados grados de atraso- presentan los índices mas regresivos; lo cual si bien describe una indudable realidad implica un verdadero contrasentido. El caso más emblemático es el de Namibia, con una superficie de 824 mil km2 y dos millones de habitantes, que registra la máxima de concentración con 78.3% de su ingreso en solo la quinta parte de la población. A su vez, entre el décimo mas favorecido y el más pobre media un verdadero abismo, pues este último obtiene una cifra que resulta 108.3 veces superior a la pueden disponer los primeros. Incluso en la economía más poderosa de dicho continente, Sudáfrica, ese tramo de la cima logra retiene para sí el 62.7%; desnudando en este aspecto un factor que agrava en alto grado la dramática condición que asuela a toda Africa y la sumerge en la miseria.


>p>Bajo ese espectro, nuestro país se ubica en la mitad del respectivo cuadro de valores; pero en su momento óptimo, el año 1974, la distribución fue mucho más equitativa y estaba bastante cerca de los mejores registros. Los efectos de la política implementada por el Proceso hizo que esa relación redujera la participación de los cuatro primeros deciles al 14.4% y benefició al quintil superior que llegó a retener el 51.8% del ingreso total. Los datos publicados recientemente -que corresponden al último trimestre de 2010- los lleva, respectivamente, a 15.1% y 45.7%; lo cual constituye un avance considerable aunque que no alcanza para retornarnos a un lugar de privilegio en la comparación internacional que llegamos a exhibir 36 años atrás.

 

 

Un examen a “vuelo de pájaro” de dicho escenario aporta elementos que, permiten verificar los ribetes diferenciales que existen en las 33 economías de “altos ingresos”. Dentro de ellas, Estados Unidos, primera potencia económica, sorprende en cuanto al retraso relativo en su esquema distributivo. En efecto, ostenta la situación de superior inequidad relativa y, muy especialmente, se detecta con nitidez al comparar la relación existente entre sus dos deciles extremos, media una brecha equivalente a 15.7 veces.
La estimación sobre el grado de equidad distributiva se mide aplicando el denominado Coeficiente de Gini. Este indicador econométrico sirve para medirlo entre cero y uno; adjudicándoles a esos hitos la expresión de proporcionalidad igualitaria perfecta y la máxima concentración en la cúspide. El Banco Mundial estima para Estados Unidos 0.408, el más desfavorable de todos los países con mayor desarrollo, mientras que en su vecino Canadá llega a 0.326 y Japón con 0.249; lo cual pone de manifiesto una estructura social notoriamente menos justa.

 

El historial estadístico de Argentina.

En general, los gobiernos suelen ser muy renuentes en dar a conocer detalles sobre este aspecto pues permiten evaluar las consecuencias de la política económica implementada y pone al descubierto una verdad que no siempre es muy favorable. Argentina en este sentido ha tenido una trayectoria bastante zigzagueante, de avances y retrocesos periódicos. Las primeras informaciones al respecto datan de 1953, 1959 y 1961 -que se dio a conocer recién en 1965- y tuvo como fuente referencial un trabajo especial en colaboración de CONADE/ CEPAL, en el cual se detectó en los dos primeros años un repliegue, llegando el quintil superior a la marca máxima de concentración (54.3%) y una brecha entre los extremos de 14.7 veces.

 

No obstante hasta 1974, se verificó un avance progresivo y continuado que culminó en 1974 con un estrechamiento a solo 6.9 veces; lo cual nos colocaba en situación semejante a Francia y superior a Italia; arrojando su Coeficiente de Gini de 0.364, el mejor de todos los conocidos. A partir de entonces, se revirtió la tendencia en forma rotunda, muy especialmente cuando irrumpió el Proceso y el doctor Martínez de Hoz que decidió, en el trimestre de abril-junio de 1976, liberar todos los precios y congelar los salarios. Esa tendencia se acentuó en la última década del siglo XX, de manera tal que se dieron los peores registros de todos los tiempos; con un punto culminante en 2002, cuando la mencionada brecha se extiende a nada menos que 51.7 veces y el Coeficiente de Gini trepa a un alarmante 0.534; ubicando al país junto con las economías menos solidarias, inequitativas y concentradas del mundo.
En este aspecto, el Banco Mundial aporta información sobre la secuencia vivida, permitiendo colegir que durante el período 2003-2006 hubo una cierta recuperación pues se redujo a 0.488 y la distancia había descendido a 30 veces. Un buen avance comparado con 2002 pero muy lejos de los logrados hasta 1974. Es obvio que el mismo fue insuficiente ya que para volver a compartir como otrora posiciones con Francia, obligaría a bajarla a 11.7 veces y el coeficiente y testigo a 0.327. Estos indicadores debieran ser nuestro espejo y la meta a alcanzar. No se trata de aspirar a igualar a los que encabezan la tabla de equidad, como es el caso de Suecia donde esa relación es de 6.2 veces y el Coeficiente de Gini desciende a 0.250 (el más bajo es el de Dinamarca con 0.247).

 

La situación en América Latina.
Quizá sirva como un transitorio consuelo tomar conocimiento que en Brasil y Chile, países visitados recientemente y calurosamente elogiados por el presidente de Estados Unidos Barack Obama, es notoriamente más amplia pues llega a 46.5 y 26.1 veces, respectivamente, lo cual se refleja en los elevados coeficientes (0.550 y 0.520). En el primero nombrado, el mayor testimonio de la concentración existente se advierte al constatar que el quintil superior receptó el 58.7% del total mientras que en el país trasandino se queda con el 46.6%.

 

Tampoco es nada halagüeña la situación de México que, además de exhibir 0.516 como Coeficiente de Gini, presenta una brecha de 34.4 veces y el quintil de la cima percibe el 56.4% de todo el ingreso. Un caso especial es el de Colombia, cuyo primer indicador es de 0.585 y la diferencia llega a 57.4 veces. No debe olvidase que América Latina es el área a nivel mundial con acentuado grado de inequidad distributiva; aunque los promedios de ingresos son superiores a los que caracterizan a las economías “emergentes”. De esta característica descalificante solo se salvan nuestro país y Uruguay que presentan índices menos desfavorables.

 

Cabe advertir que no hay una obligada correspondencia entre bienestar general y distribución más equitativa. Puede coexistir un bajo nivel general con asignaciones más o menos igualitarias. En India la mencionada brecha es de solo 8.6 veces, pero los de cada uno de los integrantes, en los nueve primeros deciles, son muy bajos; con la única excepción relativa del ubicada en el décimo escalón. Otro caso muy particular es el de China, cuyo Coeficiente de Gini asciende a 0.415 -mas elevado que el de Estados Unidos- pese a que entre deciles extremos median 13.1 veces pero el quintil más alto absorbe 47.8% del total; coeficiente que baja a 45.8% en la citada potencia americana.

 

La evolución habida en Argentina entre 2003 y 2010.
Los antecedentes referidos son útiles para medir y también comparar en forma concreta lo que nos viene sucediendo en el período 2003-2010. Ello exige munirse de la máxima objetividad posible eliminando factores distorsionantes de la realidad, los que movidos por fanatismos o enconos, según el caso, hacen interpretaciones que sólo sirven para enturbiar el tema y alejarnos de la verdad. La evolución del Coeficiente de Gini revela que en todos los años, salvo en el 2006, ha venido descendiendo hasta llegar en 2010 a 0.438; siendo el ingreso de los más ricos 16 veces mayor a los que están en la base de la pirámide distributiva. Ello implica que los primeros perciben el 28.7% del total y los segundos 1.8%. Esta situación es la mejor desde 1980 a 2010, pese a que en algún momento los indicadores eran bastante semejantes a los de Chile pero, en forma progresiva, han venido mejorando ostensiblemente y el Coeficiente de Gini que desde 2006, en que era de 0.485, se ha venido reduciendo hasta llegar a fines de 2010 a 0.438.

 

En esta última evolución deben haber incidido tres factores concurrentes: una baja sostenida de la desocupación combinada con otra relativa a los que están incluidos en el trabajo “informal” y la instauración de un subsidio por hijo. Si bien ese beneficio no se circunscribe a las franjas mas desposeídas, la superior relación porcentual, con respecto al resto de sus recursos, ha logrado progresos sustanciales en las condiciones preexistentes de dichos grupos familiares.
La experiencia de los países más exitosos enseña que sin incrementar sostenidamente la productividad y diversificar sectorialmente la actividad económica, apelando a la introducción de nuevas tecnologías, es imposible avanzar mucho más. En consecuencia, Argentina requiere con urgencia la formulación de un plan de mediano y largo plazo que cristalice tales objetivos.


Escrito por Salvador Treber
Profesor de Postgrado de la Fac. de Cs Económicas (UNC)
Viernes 15° de abril de 2011. Publicado en “Comercio y Justicia”

Última actualización el Viernes 06 de Mayo de 2011 17:07
 
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